RECTOR BAJO
SOSPECHA POR MUERTE DE SU SECRETARIA
¿PATRICIA
MORALES SABÍA DEMASIADO? Piden reabrir investigación. Afirman que fue asesinada
a las pocas horas de haber dicho a su esposo por teléfono desde la universidad:
“He visto algo horrible”. El último en verla viva fue guardaespaldas del mismo
rector de la Garcilaso, Luis Cervantes Liñán.
La joven señora Patricia Morales, de 39 años, reina de un hogar feliz,
era secretaria del cuestionado rector de la Universidad Nacional Inca Garcilaso
de la Vega, sí, el que durante años ha ganado más de dos millones de soles
mensuales, sueldo que él mismo se puso, quien acostumbra mediatizar a
profesionales y autoridades otorgándoles puestos en su universidad o
distinciones que van a los currículos. Una técnica de enrolamiento tipo
“Odebrecht”, con la que se subsidia –como a los candidatos electorales– a quien
más tarde se va a necesitar.
En vista de que en las investigaciones quedaron muchos ángulos sin
iluminar y también diligencias sin realizar, el tío de la víctima, Juan Carlos
Martínez Murillo, ha pedido la reapertura de las investigaciones, basándose
precisamente en los vacíos existentes y ante el bloqueo sistemático que
pretende recortar el derecho a la apelación y al análisis público de las
determinaciones judiciales.
Han pasado 11 años desde el 28 de diciembre del 2006, precisamente el
día en que ella iba a encontrarse con su esposo y contarle qué era aquello que
la hizo decir: “He visto algo horrible”, y no tuvo tiempo para contarlo. Hoy su
sangre sigue clamando justicia.
El martes 7 de marzo, la mesa de partes de la 34º Fiscalía Provincial en
lo Penal de Lima recibió el recurso de reconsideración y reapertura de la
investigación para el esclarecimiento de la muerte de Luisa Patricia Morales
Martínez, secretaria de Luis Cervantes Liñán, rector de la Universidad Inca
Garcilaso de la Vega, ocurrida en circunstancias misteriosas, aparentemente en
un cuarto del hostal “Asahi”.
Lo presentó Juan Carlos Martínez, tío de la víctima, quien tiempo atrás
había sido despedido de la misma universidad mediante confabulaciones con
testigos chantajeados por los funcionarios del entorno del rector Luis
Cervantes.
Facsímil del recurso presentado por Juan Carlos
Martínez, tío de la víctima, para que se reabra la investigación y se ventilen
mentiras y se iluminen ángulos oscuros.
INCONGRUENCIAS
El recurso menciona una serie de fallas y de diligencias no realizadas por la
Policía y el Ministerio Público, pero antes de ello y por encima de todo quedan
vigentes de lo actuado, realidades como las siguientes:
Las contradictorias declaraciones del rector Cervantes Liñán en las que
negó relaciones cercanas con Patricia Morales y su familia, cuando hay
declaraciones de testigos y fotografías familiares que echan por tierra las
negativas del rector. No solo vivían ella y su familia muy cerca del rector sino
que tenían una familiaridad marcada que muchos en la universidad conocían.
Las declaraciones absurdas del policía William Alfredo Mejía Vílchez, el
último en ver con vida a Patricia Morales, con quien, a supuesto pedido de
ella, irían a un hostal donde ella –solo ella– se drogaría con clorhidrato de
cocaína e ingeriría wisky durante una hora para luego convulsionar y morir sin
que el policía, pese a su experiencia de custodio, atine a pedir auxilio ni a
nada.
Las evidencias de que la víctima no se drogó por su voluntad es otro
elemento indiciario que no hubiera escapado a los criterios de un fiscal probo
o de un juez digno, y de aquí se infiere claramente la comisión de un
asesinato.
El protocolo de análisis toxicológico N° 200703000627 realizado al
cadáver por el Instituto de Medicina Legal –en efecto– arroja 0% de alcohol, lo
cual pulveriza lo manifestado por Mejía Vílchez. Y también confirma que había
cocaína en la orina, sangre, hígado, cerebro y contenido gástrico pero no en
las fosas nasales, por donde se aspira la mencionada droga. ¿Cómo llegó la
cocaína a los órganos internos de Patricia?
INTOLERANCIA
Pero una cosa que merece una acción jurisdiccional del Ministerio Público es
que nada de esto fue tomado en cuenta por el Dr. Richard Saavedra Luján de la
56ª Fiscalía Provincial Penal el 5 de diciembre del 2014 y el 5 de abril del
2016. Esto no es un insulto al magistrado sino una invocación a las autoridades
superiores para que se pronuncien y pongan remedio a lo actuado.
Refieren algunos periodistas que este señor fiscal suele reaccionar
hepáticamente cuando la prensa, haciendo uso de los derechos y normas vigentes,
recusan o ponen reparos a las decisiones que él toma o respalda, y que de
ninguna manera son omnímodas ni inapelables.
Así, el año pasado remitió a la revista VELAVERDE, después de que
aquella se ocupara del tema que molesta al rector Luis Cervantes, una carta que
transmite una amenaza velada, pues señalaba que lo hacía “a efectos de que
tenga mayores elementos de juicio y no se deje llevar por declaraciones
infundadas de terceros y publique información falsa y/o agraviante al honor y
buena reputación de terceros”.
Y añadía: “Acompaño a la presente, copia certificada de las resoluciones
emitidas por la Quincuagésimo Sexta Fiscalía Provincial Penal de Lima de fecha
5 de diciembre de 2014 y 5 de abril de 2016 que declara: NO HA LUGAR A ABRIR
INVESTIGACIÓN PRELIMINAR contra los que resulten responsables por la presunta
comisión del delito Contra la Vida, el Cuerpo, la Salud – Homicidio en agravio
de Luis Patricia Morales Martínez, y CONSENTIDA la resolución que declara No ha
Lugar a Abrir Investigación Preliminar, respectivamente”.
Y terminaba subrayando: “Por ello, mucho le agradeceré se sirva tomar en
consideración los alcances de las referidas resoluciones, a fin de evitar
posibles querellas por difamación agravada en mi agravio”. ¿Esto no significa
“los enjuiciaré si cuestionan mis resoluciones”?.
Rector de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega,
Luis Cervantes, con Patricia Morales y los hijos de ésta, en una foto familiar.
¿Sólo la conocía laboralmente?
HACER
JUSTICIA
Una de las causales para reabrir una investigación es que la primera haya sido
deficiente al no haberse llevado a cabo las diligencias y actuaciones
necesarias para el esclarecimiento de las causas de la muerte, “atendiendo a la
evidente manipulación del escenario del cadáver acondicionado ex profeso”.
La primera versión habría tenido por objeto “hacer creer que falleció al
interior de una habitación de hotel, cuando existen indicios suficientes para
presumir que Luisa Patricia Morales Martínez fue conducida a dicho
establecimiento cuando ya se encontraba cadáver al haber sido asesinada por
sobredosis de clorhidrato de cocaína aplicado contra su voluntad, al no existir
evidencias de consumo intranasal o intravenoso, pese a haberse encontrado en el
lugar el alcaloide metil benzoil ecgonina (comúnmente conocido como cocaína,
hallado también en cerebro, hígado y contenido gástrico) en sangre, orina y
bilis”.
Señala que es imposible que en 40 o 50 minutos a partir del consumo oral
de cocaína en agua o licor hubiese ocasionado convulsiones a causa de una
sobredosis, debido a que, al ser una base débil, la absorción de la cocaína en
el estómago demora y recién tiene efectos después de 60 a 90 minutos
dependiendo de la pureza y cantidad de la droga.
Señala que la víctima tampoco diluyó droga en el wisky, toda vez que el
policía William Alfredo Mejía Vílchez no mencionó esto en su primera minuciosa
manifestación.
Y finalmente, el indicio concluyente: en el estómago y órganos de
Patricia Morales no se encontró ningún vestigio de alcohol. Obviamente, señalar
esto no es cuestionar a ninguna autoridad fiscal o judicial, sino solo el
análisis de los elementos que el magistrado se supone tomó en cuenta para
considerar que no ha lugar para abrir investigación preliminar contra quienes
resulten responsables.
Debe señalarse igualmente que no se ha contado con las declaraciones de
Doris Elizabeth Higa Inajuku ni de Luz Wendy Afan Tarazona, para que precisen
si vieron el rostro de Patricia Morales, a qué hora pudo haberse producido y a
qué hora se supo de su deceso.
Conducta
errática que sería ilógica
Para el viudo José Meléndez, la conducta que la policía por declaraciones de
Mejía Vílchez atribuye a su esposa resulta desconocida, extraña, y solo sería
explicable pensando que en esas horas fue errática.
Ella habló con su esposo y acordaron ir de compras horas después, pero
en la última conversación telefónica fue donde le dijo que había visto en la
universidad “algo horrible”. Era claro que cuando se encontrasen le completaría
el relato.
También es posible que alguien la haya escuchado decir eso. En tal
situación, se habría convertido en un típico caso de “Sabía demasiado”.
Según la policía, que recoge la versión del custodio Mejía Vílchez, la
secretario de Cervantes dejó de lado el acuerdo con su esposo y se fue hasta
San Borja, en las inmediaciones del coliseo Amauta “a caminar”.
Según dicha versión, ella llevaba ya en su cartera una botella de wisky,
dos bebidas gaseosas y dos vasos, y “de casualidad” se encontró con Mejía
Vílchez, el policía que es custodio del rector Cervantes, quien vive
precisamente en San Borja, y que en ese momento se dirigía a una zona entre
Breña y Lima llevando ropa que le iba a lavar la mamá de un amigo.
En su manifestación, Mejía Vílchez afirmó que no tenía amistad con
Patricia Morales y solo eran compañeros de trabajo, y que ella le pidió
insistentemente ir a un hotel para conversar porque se sentía preocupada y mal
por los problemas familiares y económicos por los que atravesaba. Dijo que ella
bebió dos sorbos de licor y comenzó a convulsionar.
Cervantes
negó su cercanía a la víctima
A los empleados de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega les llamó la
atención conocer las declaraciones del rector Luis Cervantes, quien afirmó que
no tuvo cercanía con su secretaria Patricia Morales, y que no mantuvieron más
relaciones que las laborales en ese claustro.
Sin embargo, todos recordaban que además de las coincidencias en las
ceremonias internas de la universidad, tenían una cercanía casi familiar.
Señalan que esa distancia no era verdad. El mismo Juan Carlos Martínez,
tío de ella, cuenta que su hermana, Patricia Vega, ha mantenido una larga
relación con Cervantes, con quien incluso tiene dos hijos.
Para los demás empleados de la universidad, ella era una trabajadora de
la máxima confianza del rector, de modo que era ilógico que declare a la
policía que la conocía solo a través de las relaciones laborales, porque todos
pensaban que eran familiares. Sobre todo, cuando hay numerosos testimonios
gráficos de esa familiaridad, fotografías y videos tomados en múltiples
oportunidades.
Incluso la fallecida y su esposo José Meléndez Rabanal e hijos vivieron
en un minidepartamento situado dentro de la casa de su hermana. En esa casa,
Cervantes departía con la familia frecuentemente. Y fue de allí de donde la
llevó a trabajar como su secretaria.
En la universidad, ninguno de los antiguos empleados entiende cómo
pudieron ocurrir los hechos que desembocaron en la muerte. Parece que la
justicia tampoco.
Al custodio Mejía Vílchez le renovaron contrato en la Garcilaso, fue
ascendido y le aumentaron el sueldo. Después renunció a la Policía. “Me
contaron que tras el favor que le hizo a Cervantes, se le arregló la vida. Eso
avivó mi búsqueda de justicia”, dice Juan Carlos Martínez.